Hemos rezado desde niños. A María, a los ángeles, al Padre. Hemos rezado tantas veces que esas oraciones son parte de nuestra identidad, de quienes somos.

En cada etapa de nuestras vidas el sufrimiento y dolor o la alegría inmensa fueron un buen motivo para rezar. En casa, en la iglesia. Hacia afuera y hacia adentro. Tomados de la mano o en soledad absoluta.

Un rosario es un objeto “sagrado” porque forma parte de una tradición religiosa que nos pertenece, con la cual hemos crecido.

Un camino claro, a veces confuso. Pero un camino que hemos transitado con amor y verdad. Con fe y esperanza.

Si aún oras con frecuencia, si aún guardas tu rosario de la comunión, si aún conservas el de tu abuelita.

Si para ti sigue siendo valioso conservarlo.

Si aún cuelga el rosario detrás de la cama, o lo tienes cerca tuyo, en la mesita de luz, si en cambio está en tu cofre de objetos especiales, en una caja de recuerdos o ahora mismo en tus manos.

Si forma parte de tu vida.

Pensamos que si para ti es valioso para nosotros también lo es. Entonces le dimos vueltas y al final solo nos preguntamos, ¿y si...?

¿Y si…

Rediseñamos el rosario tradicional y lo confeccionamos con piedras energéticas?

¿Y si...

Nos beneficiamos de las propiedades de las piedras además de rezar nuestras oraciones?

¿Y si...

Usamos nuestra creatividad para resignificar un símbolo tan único e importante en la vida espiritual de una persona?

¿Y si...

Hay un nuevo rosario esperándote en esta etapa de tu vida?